Leo hoy que Bond ya no beberá más martinis en las películas sino que, como la productora arreglo con Heineken desde ahora James, toma cerveza.
La verdad es que me importa un rábano si toma cerveza o mate con bizcochitos este nuevo James Bond trucho (aguante Sean Connery, el nunca lo hará), pero creo que esta noticia es válida como ejemplo del "vale todo" en que nos vamos sumergiendo.
Son la sucesión de estos pequeños y casi desparcibidos cambios los que provocan que a la postre todo nos dé igual... Y ojo, no digo que eso esté mal, sino que para quienes nos criamos con estructuras rígidas tipo al pan pan y al vino vino se nos hace difícil digerir este "agarompamiento".
Vivimos una época de grises, de nis y de "Má sí!" donde en el cuento de caperucita:
El lobo es una víctima agobiada por la sociedad y como es cachorrón no es punible.
El leñador es un pervertido que lo único que quiere es tumbarse a la nena
La abuelita una vieja choborra, única culpable de todo por no estar en un geriátrico y elegir irse a vivir a "plumas verdes"
Y Caperucita, resultó que era Carlitos el vecinito de enfrente que le pifío al camino cuando buscaba la casa de los 7 enanos.
¿A que voy con esto? A que ya nada es lo que parece, nos ganó la media tinta. Lo grave es que resulta que blanco o negro esta mal, y ya saben que pasa con los ríos revueltos, no? O el dicho de " Desparramados que haremos?"
Y así estamos hoy, Bond y su latita de birra. Es como si los wachiturros escuchasen Brahms...
Que sé yo... Capaz que mañana arreglan con Ricky Sarkany. Ya me imagino a Batman corriendo en tacos altos. :)

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